Travesía al corazón del «Milagro de Los Andes»

La historia nos lleva a la inmensidad de la montaña. Una experiencia verdaderamente increíble descripta por una amante de las rutas y los lugares al aire libre. Su pasión nos hace llegar hasta el corazón de Los Andes. La aventurera Stella Bass nos relata sobre su travesía en el corazón del «Milagro de Los Andes»

En junio fui por primera vez a Mendoza, hablando con el dueño del hostel me comentó que se podía llegar en trekking o en cabalgata a aquel lugar del accidente. Siendo chica recuerdo a mi papá contándome aquella historia y estaba el libro en casa pero lo hacía como un lugar inaccesible.

La idea de conocer el lugar me quedó en la mente y de repente vi que unos guías estaban organizando la salida para diciembre en trekking. No lo dude mucho, les hice las preguntas habituales como que equipo hay que llevar o el nivel de dificultad y al otro día hice la reserva. (La recomendación que le daría a quien quiera hacer esta aventura es tener un poco de estado físico y muchas ganas de llegar. La cabeza, lo psicológico pesa más a veces que lo físico).

Siempre mantengo un poco de reserva con respecto a mis salidas y recién días antes de ir le comenté a mi familia y algunos amigos íntimos. Fue sorprendente porque mas o menos todos me respondieron lo mismo: ¿ahí vas a ir??? A lo que seguía una expresión de desagrado en sus caras…jaja

¡Mi percepción fue como que me veían muy morbosa! Pero en mi era todo lo contrario, quería ver el entorno, el lugar donde ellos pudieron sobrevivir más allá de lo ya todos saben que tuvieron que hacer…A veces uno tiene las comodidades de la vida cotidiana y se siente morir, pero ellos despojados de todo tuvieron que luchar por vivir….

Después de lidiar con los paros de transporte, de perder el micro y de casi pagar una fortuna llegué al punto de encuentro. Para mi sorpresa eramos 22 personas que encarabamos la caminata, cada uno con sus expectativas a cuestas. Para muchos era un trekking más, otros iban porque el recorrido tiene un atractivo visual alucinante y otros, los menos, porque eran grandes seguidores de la historia.

La primer noche dormimos a dos km del hotel abandonado en El Sosneado. Mientras comiamos, empezaron a relatar historias de la experiencia que vivieron cada uno de los sobrevivientes de Los Andes. Había historias tan fuertes que resultaba imposible no emocionarse. Ahí supe que mi elección no había sido tan alocada.

Al otro día arrancamos la caminata, aproximadamente fueron 17 km, tuvimos que utilizar caballos para cruzar varios ríos. Los paisajes de cada uno de esos kilómetros son tan bellos y variados que daban ganas de detenerte a contemplarlos. Pero teníamos que seguir para llegar con tiempo a armar las carpas, comer y descansar porque al otro día, muy temprano nos esperaban otros 15 km por caminar pero con un desnivel de 1000 metros para poder llegar al lugar.

Ese día fue duro o al menos para mí. Me pesaba y molestaba tanto la mochila que en cada parada me tiraba dónde sea para relajar el cuello. Aunque sean piedras, no importaba el dolor, solo quería llegar… En el último tramo al dolor se me sumo la fatiga, el corazón a mil pulsaciones. Ya estábamos a más de 3000 msnm es normal empezar a sentirte así pero al no tener un estado físico óptimo, se me incrementó más la fatiga.

Me sugirieron que vaya un rato a caballo.  ¡No fue buena idea! Me dio pánico ir arriba de un animal por caminos con precipicio. Dicen que no hay lugar más seguro para pisar que donde pisa un caballo pero no… no era para mí. Me bajé llorando porque recordé un accidente que tuve dónde caí 12 metros por un barranco. Supe que si quería llegar solo iba a ser posible por el esfuerzo de mis propias piernas. Otro chico estaba en la misma situación que yo…cada paso era sentir que el corazón te iba a explotar. El guía nos habló aparte y nos motivó a seguir porque era el tramo más difícil pero faltaba poco.

Recién mientras nos hablaba pude ver la imponente montaña que tenia frente a mis ojos. Iba tan concentrada mirando dónde daba cada paso que no me había dado cuenta de lo que tenia frente a mis ojos. Fue un instante eterno, semejante montaña, semejante paisaje y yo parada ahí descubriendolo. Fue tan intenso que me puse a llorar de la emoción y ahí entendí lo que quizás sintieron los sobrevivientes cada uno de los días que estuvieron allí. Estando ahí, en el medio de la nada en semejante lugar y estar con vida, no te queda otra mas que «sentirte vivo».
Fui en busca de una sensación diferente y la encontré cuando vi esa montaña, llegué al lugar, donde esta el monolito, donde la gente y los familiares le rinden homenaje, llegué última y siempre que uno llega al objetivo hay muchas sensaciones a la vista y por lo general el clima es de festejo, pero esta vez fue diferente me encontré con un grupo donde la mayoría estaba llorando.

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La historia: Tragedia y milagro

El viernes 13 de octubre de 1972, un avión uruguayo con 45 personas a bordo se estrelló en los Andes. El grupo estaba compuesto por jóvenes jugadores de rugby, sus amigos y parientes. Los sobrevivientes al choque quedaron atrapados por las montañas nevadas a casi 4.000 m de altitud, sin comida suficiente, sin agua, sin vestimenta adecuada y soportando temperaturas menores a -30ºC. Al décimo día se enteraron, a través de un pequeño receptor de radio, que la búsqueda del avión había sido suspendida, dándoselos por muertos. Sabiéndose abandonados, la salida de ese lugar quedaba exclusivamente en sus propios intentos de encontrar un camino al valle. Finalmente, dos de los sobrevivientes lograron, con enorme sacrificio y en condiciones inhumanas, cruzar a pie la cadena montañosa de los Andes. Tras caminar 10 días, encontraron al arriero Sergio Catalán, quien salió en busca de ayuda y regresó con un grupo de rescate. Concluyeron así 72 días de hambre, dolor, sufrimiento, desesperación y esperanza.

Estrategias de supervivencia

Para sobrevivir, los sobrevivientes tuvieron que elaborar tecnologías alternativas: producir agua a bajísima temperatura utilizando la nieve, emplear las fundas de los asientos para confeccionar abrigos precarios, improvisar camillas para los heridos, convertir los almohadones en raquetas para no hundirse en la nieve, armar lentes para protegerse del reflejo y la agresión ultravioleta. La falta de alimento los obligó a tomar la difícil decisión de tomar la carne de los cuerpos de los fallecidos como única posibilidad de no morir de inanición. Este asunto resultó muy explotado por la prensa sensacionalista de la época, generando una fuerte controversia al regreso. Finalmente, no condenada por la Iglesia.

 

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